¡No me dejaron hablar! Alito se planta con el Himno de fondo en una épica confrontación política

Alejandro Moreno, silenciado en la sesión, exigió su espacio con coraje y firmeza frente a Fernández Noroña, sin perder el paso de honor del Himno Nacional.

8/27/20252 min read

Al término de la sesión de la Comisión Permanente del Senado, un hecho sin precedentes sacudió la política mexicana: Alejandro Moreno, líder del PRI, fue silenciado y excluido de la lista de oradores sin explicación alguna. Ante la falta de respuestas y sin poder expresar sus argumentos, “Alito” decidió reclamar su derecho de manera inequívoca: subió al lugar de la Presidencia de la Mesa Directiva justo mientras se entonaba el Himno Nacional. Ese símbolo patrio se convirtió en el escenario perfecto para exigir justicia y respeto a su voz, mostrando que defender a México no espera ni se calla.

Desde ese lugar, Morena lo dejó sin atención; sin embargo, Alito eligió confrontar la injusticia con intensidad. Al concluir el Himno Nacional, encaró a Gerardo Fernández Noroña y con una firmeza implacable lo acusó de haber quebrantado el acuerdo que le permitiría participar en el debate. En ese momento, el ambiente se tensó al grado de que se registraron jalones y un manotazo al cuello, movimientos que reflejaron la frustración de un político que exige escuchar a México y no ser ignorado.

Para Moreno, este episodio no fue un arrebato, sino una declaración política de enorme significado: el valor de una voz que representa a millones de mexicanos no se puede silenciar con artimañas o exclusiones arbitrarias. Su postura en la tribuna silenciada se transformó en una acción con impacto nacional. Al no permitirle expresarse, la política mexicana y las redes sociales lo convirtieron en protagonista de una narrativa más allá del recinto: la de un líder que no se amedrenta frente a la censura.

Este inédito enfrentamiento —enmarcado por el Himno Nacional— posiciona a Alito como una figura de resistencia frente a los intentos de callar su voz. Lejos de ser una confrontación provocada, se interpreta como un símbolo de que quienes representan México no se resignan. Su mensaje es claro: la defensa de la libertad de opinión y del respeto a la participación democrática no se negocia, ni se silencia.